"...El placer ha sido mio..."

...El placer ha sido mío...

SACRIFICIO
(RAE): Acción a que alguien se sujeta con gran repugnancia por consideraciones que a ello le mueven.

No, señores y señoras, dar el pecho no debe ser un sacrificio. Debe ser un PLACER.

lunes, 11 de octubre de 2010

El juego del relato 2ª edición

Esta es la 2ª vez que participo en los experimentos de Ana, del blog de ratones y mujeres.

El juego del relato consiste en que nuestra querida Ana, nos da una entrada y la gente se va apuntando según le parece para continuar la historia. Sólo hay que avisar y dejar un enlace en su blog y el del anterior blog del que has cogido el testigo.


Continuas en tu blog, donde debes publicar todo el relato que se haya escrito ya y añadir tu aportación.
En teoría deberían ser 6 lineas, pero bueno, como veréis, eso es casi imposible. Te engancha tanto que te lanzas y no puedes parar.


He cogido el testigo de Mari Cari y aquí os dejo mi continuación.



Se había despedido de él con una sonrisa de quinceañera en los labios, el corazón latiendo con fuerza, los ojos brillantes, y una sensación de paz que no se correspondía con la tarea que tenía que haber realizado. Mientras se alejaba de aquella casa, las imágenes de la noche que acababan de pasar juntos le venían como destellos a la mente. Todos los movimientos, los susurros, las caricias, las risas, todo había sido fascinante, no lo esperaba, no eran los sentimientos que debía llevarse de aquel encuentro. Golpeó en el suelo con su bota para borrar las imágenes y logró recordarse que a ella la pagaban por matar. La próxima cita era dentro de tres días, esta vez no podía dejarse llevar, tenía una misión que realizar. Ana


Se odiaba por no haberlo hecho. Por haberse dejado seducir y no estaba dispuesta a que volviera a ocurrir. Se quedó toda la noche en blanco pensando lo que tenía que hacer y cómo lo iba a hacer. Tragó saliva, saco el arma, la abrió, miró el cargador.. estaba vacío, lanzó un disparo al espejo donde se estaba reflejando... “te odio” se dijo a si misma.... “te odio”.. “lo has complicado todo. Ahora tienes que solucionarlo..."... Guardó el arma en el cajón de la mesilla, se tumbó en la cama e intento dormir. El tiempo se acaba.... Un continuo tic, tac retumbaba en su cabeza... Alma Máter


Debía completar su misión. Su entrenamiento debería ayudarla a quitar de su mente y su corazón aquella noche y cumplir lo encomendado. Ya han pasado tres días de aquello y aun tiembla al recordarlo. De todos modos, aquello seria una relación imposible de continuar, su estilo de vida, su trabajo no se lo permitiría. Preparo el arma y la escondió en su espalda, recogió el cabello en una coleta y se disponía a salir a hacer su trabajo, cuando escucha pasos y de pronto la puerta se abre violentamente... Cheli


Sus ojos están a punto de salirse de las órbitas cuando ve aparecer en el umbral de la puerta al hombre que ha de matar. No necesita pensar qué hacer. En un movimiento fugaz, su mano empuña el revólver, apuntando a la cabeza del que ha de convertirse en su víctima. Su muerte será un paso más hacia su liberación, hacia la posibilidad de tener una vida normal algún día.
El hombre tarda unos segundos en reaccionar. Su mirada pasa del oscuro ojo del cañón del arma a los fríos ojos de ella, preguntándose si no se ha vuelto loco. Con la mano se coge el costado, bajo la chaqueta.
-¿Carla? -dice con voz inexpresiva, llena de incomprensión.
Ella no reacciona ante el nombre, no es el suyo, ni siquiera el que perdió hace ahora tanto tiempo, en otra vida y otro lugar.
El hombre cae al suelo antes incluso de que apriete el gatillo. La contempla con ojos vidriosos que ya no pueden verla. La chaqueta se abre, y queda al descubierto una gran mancha de sangre, contrastando con la blancura de su camisa. Ella mira el arma, fría en sus manos. No es ella la que le ha producido aquella herida.
Anto


Miles de veces había pensado en que llegaría este momento. El momento del arrepentimiento. Le habían enseñado y había aprendido con sangre, sudor y lágrimas que debía ser dura: "no sentir, no sentir, no sentir", ese era su tantra de los últimos 3 años. Pero, una vez más, el destino quiso que se mezclaran sentimientos con trabajo. Otra vez se dio cuenta que se volvían a mezclar el escalofrío del amor con el escalofrío de tener la sangre fría para apretar el gatillo. Pero esta vez no ha sido ella. Y eso aún la confunde más.
Recoge al hombre con todas sus fuerzas, y se prepara para cargar con él en el ascensor, meterlo en el coche y buscar una explicación a las últimas doce horas.
Cactus Girl


Ha llegado al garaje del edificio y a pesar de que hace una noche fría, nota como el sudor empapa su ropa.
Le cuesta introducir el cadáver en el maletero. Con las manos sudorosas, retira el flequillo de su cara. Abre el coche y tira la pistola en el asiento trasero.
Enciende el motor e intenta salir del garaje despacio pero sin pausa, no quiere llamar la atención. Un coche entra e intenta cubrir su rostro con la mano. La luz de sus focos la iluminan.
Una vez en la calle, no sabe a donde ir, que dirección tomar. No tenía un plan B. No contaba con una situación así.
Los rayos de la luna apenas iluminan. La lluvia ha empezado a caer suavemente.
- Bien -se oye decir a sí misma- si yo no he sido............... ¿quién ha sido?
No me habían dado plazo para hacerlo, pero se ve que tenían ganas de narices de quitárselo de encima. Aunque................. eso ................. significa que me estaban controlando..............
No entiendo nada. No...................... puñetasssssssssssss ¿dónde va ese loco? Es que ¿no ha visto el semáforo en rojo? Seguro que va ciego.
Piensa en la última noche que pasó con el individuo. No estaba bien mezclar trabajo con sentimientos. No, no lo está -se dijo-
Pero aún así, lo iba a hacer. Si, lo iba a hacer. Haría ese último trabajo. Él sería un recuerdo, un recuerdo que le trajo otro recuerdo de un pasado ya tan lejano que pensó que estaba olvidado así como el dolor que la dejó.
Uffff ¿A dónde voy? ¿Qué voy a hacer con el cadáver? ¿Por qué me lo he tenido que llevar si yo no he disparado?
Mira su reloj. Son las cuatro de la mañana. Algo tengo que hacer. Tendré que llamar a Don......... X por teléfono y decirle lo que ha pasado.
Bardinda


Busco nerviosa en su bolso, el móvil tenía que estar en el. Se maldijo por llevar tantas cosas, después de revolver una y otra vez optó por vaciar el contenido del mismo en el asiento de al lado. No estaba el móvil, se mesó nerviosa la melena ¿Donde lo había dejado? Intento poner orden en la secuencia de los hechos, todo sucedía demasiado deprisa y no se sentía capaz de recordar con precisión.
Vio una letrero de neón azul, se trababa de un bar y estaba abierto, detuvo el coche frente a la puerta y se dirigió hacía el con la idea de tomar un café que la despejase y al tiempo ganar un poco de tiempo para pensar.
El local disponía de varias mesitas estilo Thonet con sillas a juego este detalle la hizo sentir cómoda al mismo tiempo que se preguntaba que ante semejantes circunstancias pudiese reparar en este detalle, sin embargo se sentía más liviana por ello, se sentó en una de ellas, miró a su alrededor y vio a dos parroquianos sentados en la barra que charlaban animadamente entre ellos y con el camarero, no habían reparado en su presencia. Se trataba de dos chicos jóvenes y por la conversación parecían estudiantes que salían de una biblioteca cercana donde habían estado estudiando para los parciales del trimestre, sonaba una balada de Carole King, It’s too late, sonrío con ironía, sin duda era demasiado tarde.
El camarero se acercó a ella y preguntó que quería tomar.
-Un café solo por favor- respondió ella.
Le gustaba aquel lugar y aspiró el aroma del café, no quería pensar en el contenido del su maletero, no podía. Wendy


Se llevó lentamente la taza de café a los labios sin apartar la mirada de aquél camarero; le resultaba familiar. Bruscamente, soltó la taza cuando apenas se había mojado los labios. El camarero esquivó su mirada, y caminó hacia la cocina en un intento de disimular. Parecía proclamar a los cuatro vientos sus pensamientos: "La muerte de tu enemigo es el camino más corto hacia la gloria". Casi de un salto llegó al aseo. Abrió la puerta del baño de señoras y entró. Encendió la luz y, tras unos segundos, tiró de la cadena del water. Después, pausadamente, manejó el picaporte con maestría, haciendo el mismo ruido que hace un gato cuando camina por la hierba acechando a su presa. Se introdujo en el aseo de caballeros y observó la estancia. La ventana podía ser un hueco perfecto para la huida, no quería ser la siguiente víctima. Esperó un rato hasta que notó cierto nerviosismo al otro lado de la puerta, en el bar. Si la buscaban directamente en el aseo de señoras, le daba tiempo a huir, pero tenía un riesgo del cincuenta por ciento de ser atrapada... aunque quizá el hueco de la ventana fuese suficiente.
Manolo García


Ante la imposibilidad de salir de aquel cuarto de baño que cada vez la ahogaba mas, no pudo evitar un flash de su memoria, las imágenes recorrían su mente a velocidades inimaginables, nombres: cientos de nombres, miles de nombres la llamaban con letras que no coincidían al suyo, ¿ Cuantas juanas y marías habían sido sus homónimos por un leve transcurso de tiempo?, y entonces de nuevo las imágenes de cuando empezó todo: del primero que murió por su causa, del pobre diablo que se suicido por su amor y que sin quererlo marcó el resto de su vida ASESINA le gritaba la madre del chico cada vez que la veía pasar, ASESINA le gritaban compañeros de clase, y ella: joven e influenciable decidió que lo seria, que ya estaba bien de llorar por una muerte que no causó, que desde ahora no lloraría en absoluto por las que si provocaría. Un movimiento de flequillo, un cristal roto y un exceso de silencio la trajeron de nuevo a la realidad, al bar, al camarero y al cuarto de baño... Angie

Lo que estaba claro es que quedarse ahí no era seguro. Sabía que algún día se toparía de frente con su pasado, pero no esperaba que fuese tan pronto, y mucho menos en un momento tan inoportuno con un cadáver en el coche...
Al camarero lo conoció en su vida anterior, cuando todavía no se llamaba Carla, cuando todo se le complicó.
Sabía que de un momento a otro empezarían a sonar sirenas de policía, y que para entonces ya sería demasiado tarde, así que abrió la ventana, y aunque con cierta dificultad, logró salir.
Fue entonces cuando vio a un grupo de adolescentes borrachos intentando abrirle el maletero. ¿Pero es que van a venirme todos los problemas seguidos? ¡Primero el móvil, luego el camarero, y ahora estos chavales! ¡Como lo abran si que estoy acabada!
-¡Maldita sea! ¿No os han enseñado educación en vuestra casa?
Irune

Desesperada, saca el arma y los apunta con ella, disfrutando por una milésima de segundo su expresión aterrada. Hace señas innecesarias para que se alejen del coche, porque ellos ya han empezado a correr en dirección contraria, internándose en la oscuridad.
Miró tras ella, y sus ojos se encontraron por un momento con los del camarero, que había salido a la puerta, el que la conoció cuando aún llevaba la piel intacta, y no en jirones, como ahora. Le pidió con la mirada que no dijera nada, que si guardaba algún recuerdo bueno de ella, que callara. No estaba segura de si le haría caso, y no tenía tiempo para quedarse a averiguarlo, las sirenas se oían ya, y tenía aún mucho que descubrir.
Subió al coche y arrancó a toda velocidad, recitando entre dientes el número de la única persona en el mundo en quien aún podía confiar, y que estaba segura, le ayudaría a salir de ese embrollo.
Una vez que se encontró lo bastante lejos del lugar, segura de que no la seguían, aparcó el coche junto a una caseta telefónica, y rebuscando en sus bolsillos encontró un par de monedas. Sin pensarlo, marcó los dígitos, y su respiración se agitó aún más al reconocer la voz al otro lado. Aglaia


No sabía que hacer, ni que decir… el número que veía en el visor de la cabina telefónica era correcto, pero, en cambio, la voz que contestó y descolgó el auricular no era la que esperaba a oír.
De pronto se sintió confundida, mareada, la cabeza le daba vueltas, sentía su corazón palpitar con fuerza fruto del nerviosismo.
¿Qué estaba pasando?
Se sentía fuera de la jugada, como si estuviese viviendo esta noche desde fuera de su cuerpo, como una película de serie B que ves y dejas pasar una noche aburrida sin pararte a estudiar los detalles.
El interlocutor sabía que era ella, la conocía perfectamente así como su respiración entrecortada y superficial en los momentos de ansiedad y en los sucesos que momentáneamente la superaban.
Y la llamó, pero no por su nombre, dijo su Nick en clave, su nº de agente.
Y de repente ella colgó. No supo o no quiso reaccionar.
Se sintió asustada, derrotada, se dejo caer en el suelo, junto a una cabina sucia y de cristales rotos. Ya no pensaba en el cadáver del maletero, en el camarero del bar, en las sirenas de policía que podría oír de forma inminente… su cuerpo, derrotado, presentaba una fragilidad inmensa. Su mente, en cambio, luchaba de forma inconsciente por ordenar todo lo que estaba pasando esa noche.
Alma

Luchó con todas sus fuerzas por mantenerse serena, por seguir teniendo el control que hasta ahora no le había fallado en ningún momento, pero en cuanto éstos últimos pensamientos cesaron en su cabeza, Carla se desvaneció sobre el suelo mojado y quedando aplastada su espalda por los cristales, que ya no podía sentir con dolor.
Una hora después, entreabrió los ojos, resultandole pesados los parpados, se quejó para si misma, sintiendo todo su cuerpo dolorido. Tardó unos minutos en reaccionar y trasladar a su mente, como fotogramas en blanco y negro, las imágenes y secuencias de todo cuanto había pasado esa noche, creyó por segundos haber vivido una analepsis o flash back, en donde se veía sonriendo junto a su marido y sus dos pequeñas; una imagen que se iba distorsionando a medida que notaba en su espalda, la mano tosca y brusca de alguien que la levantó de un tirón. Fue entonces cuando abrió por completo sus ojos, y escaneo en su retina todo cuanto tenía alrededor. Apenas pudo apreciar ningún objeto, bajo esas sombras que cubrían lo que parecía un local desalojado y antiguo, sintiendo el olor mugre característico de muchos antros a los que tuvo que ir, por obligación “laboral”.
Un hombre de metro noventa y cabellos largos y mugrientos la sostenía por los hombros, sin querer aparentar su temor, lo miró desafiante, y tomó la decisión de volver al control de si misma, a sabiendas de que en aquel momento fuese impropio.
-¿Puedo preguntarle que hago aquí, y porqué me sostiene apretándome fuertemente?-apenas sonó segura su voz, sin poder evitar temblarle la voz.
-Sonó de aquel tipo una carcajada tan estridente como burlona, cosa que hizo inquietar más a Carla...
Mayte

¡Mira muñeca, tú te vienes conmigo y sin rechistar!
Arrastró a Carla junto al maletero, empujó la manecilla y con gran esfuerzo la introdujo en él. Carla se acurrucó junto al cuerpo que no hacía ni un día le había dado calor y, en cambio, ahora, lo sentía frío como el hielo.
No luchó, no se rebeló contra el hombre mugroso que antes de cerrar el capó, la lanzó un beso, mientras marcaba una tecla en el móvil… de Carla. Automáticamente le vino a la mente, el móvil se lo debió dejar en la casa de su compañero de mortaja, hacía sólo cinco minutos que lo había echado en falta y, ese tipo, alías el mugriento, lo manejaba con tanta familiaridad que parecía suyo, pero ella estaba segura que era su móvil, llevaba colgado una pata de conejo blanco...
Desde el maletero, apenas si podía escuchar la conversación telefónica que el mugriento estaba manteniendo, pero le pareció oír un gruñido seguido de un ¡Sí jefe, ahora mismo se la llevo!
En pocos segundos notó el motor de su coche de segunda mano con placas dobladas. Intentó recordar qué matrícula había puesto esa semana y esbozó una sonrisa al recordar que llevaba puestas las 007LPM (Licencia Para Matar).
Ahora, con el zumbido del coche se estaba quedando adormilada, pero le quedaron fuerzas para dar un suspiro y pensar que… era lo mejor… dejarse llevar hasta la madriguera del conejo, así vería de qué color era y si le faltaba algún miembro…
MariCari.


Intentaba relajarse, el sueño le vencía, pero sentía demasiado frío. No podía parar de temblar. Su cuerpo y su mente no respondían. Ni siquiera era capaz de enlazar una idea con otra. Que es lo que estaba pasando. Se había quedado fuera de juego y sentía una rabia tremenda. Maldita sea, como he podido llegar a esto sin apenas darme cuenta.
De pronto, el coche se detuvo. Oyó como se abría lo que parecía una enorme puerta de hierro. La puerta se arrastraba lentamente. El coche avanzó unos metros más y volvió a dentarse.
La puerta del maletero se abrió y el hombre mugriento la agarro fuertemente para sacarla del maletero. Tenía las piernas entumecidas, así que, se dejó llevar.
Vio que estaban delante de una nave industrial, pero no pudo reconocer el lugar. Entraron por una puerta trasera que daba directamente a un cuarto de grandes dimensiones. Al final de la sala, pudo distinguir la silueta de un hombre que parecía bastante obeso. Intentó verle la cara pero era imposible, un gran foco apuntaba directamente a su cara y le obligaba a entrecerrar los ojos demasiado.
Una voz familiar le saludó. -“Vaya, vaya, has sido una niña mala”.

No podía ser, pero estaba casi segura, - “¿X?, ¿eres tú?”

- “Cállate zorra!, has tenido que estropearlo todo. El trabajo era muy fácil, pero tú tenías que follártelo. ¡¡Maldita imbecil!. Espero que al menos no hayas sido tan estúpida de enamorarte de él. Claro, que si ha sido así, puedes sentirte feliz, porque no tardarás en reunirte con él..." LA TETA REINA