"...El placer ha sido mio..."

...El placer ha sido mío...

SACRIFICIO
(RAE): Acción a que alguien se sujeta con gran repugnancia por consideraciones que a ello le mueven.

No, señores y señoras, dar el pecho no debe ser un sacrificio. Debe ser un PLACER.

lunes, 12 de marzo de 2012

La Sra Q.


Escogió una mesa cerca del gran ventanal que daba a la calle.
Era un día lluvioso y gris. Apenas se podían distinguir las caras de los transeúntes. Un baile de gabardinas y paraguas era todo el espectáculo visible tras el cristal.

Colocó su abrigo en el perchero que había colgado en la pared y se acomodó en la silla de forma que desde su posición podía ver a todo el que entraba y salía del local.

La camarera se acercó contoneando sus hermosas caderas y se colocó frente a él, libreta en mano.
Él no esperó a que ella le preguntara. Nunca lo hacía.

- Lo de siempre. Gracias.

Y Annette se marchó como había llegado, en silencio.

No sabía si por el día o por qué pero hoy se había levantado con la sensación de tener una sombra rondándole la cabeza. Lo cierto es que sí sabía qué era lo que le rondaba.
Teza no se había ido, seguía ahí, metida en su mente. No conseguía que saliera de su pensamiento. Ella siempre sabía como atormentarle, incluso cuando les separaban miles de kilómetros.

- Aquí tienes tu café, Nick.

El viejo le había traído su café humeante, y eso le hizo sentirse nuevamente incomodo.
Siempre era mejor cuando Annette le traía el café y le mostraba descaradamente el escote mientras se agachaba de forma exagerada para servirle la leche.

- Gracias Rock, ¿como va la cosa? - le preguntó al viejo, aunque ya sabía cual iba a ser la respuesta. Siempre era la misma.

- Jodidamente Nick, estos cabrones nos van a llevar a la ruina- y mientras decía la útlima palabra se dio la vuelta y se marchó refunfuñando.

Miró de nuevo su teléfono y comprobó que no tenía ningún mensaje nuevo. Estaba a punto de coger el sobre del azucarillo cuando de pronto se escuchó la campanilla de la puerta. Levantó la cabeza y la vio entrar.

No podía explicar por qué, pero sabía que ella era la persona que estaba esperando. Así se lo había dicho ella misma cuando le llamó desde un teléfono oculto, como hacían todos los contactos, "sabrá que soy yo cuando me vea".

Se quitó el pañuelo que cubría su cabeza y se acercó con paso tranquilo y sensual hasta la mesa de Nick.
Sin quitarle la mirada de encima se sentó en frente de él. Dejó sobre la mesa su bolso y el libro que llevaba en la mano.
Sin decir nada, le estuvo observando durante unos segundos y luego le quitó el sobre del azúcar que llevaba en la mano.
Lo abrió lentamente, mientras seguía clavándole la mirada y casi sin pestañear. Vertió el contenido en la taza de Nick y después cogió la cucharilla, la introdujo en la taza y removió despacio el café.
Cuando terminó, la dejó sobre el platillo. Cogió la taza por el asa y le dio un pequeño sorbo.
Volvió a dejar la taza sobre el plato, sacó del bolso un pañuelo de hilo fino con el que se limpió los labios. Guardó nuevamente el pañuelo en el interior del bolso  y se levantó.
Se quedó de pie, junto a él, mirándole, como esperando a que él dijera algo. Pero Nick no supo qué decir. No entendía nada. Se sentía confuso.

Nunca antes había tenido que ver a ningún contacto. Sus trabajos siempre eran anónimos. Sus pagadores nunca daban la cara. Sus clientes solo eran números para él.
No entendía por qué esta vez la clienta había querido conocerle en persona. Ni siquiera sabía en que consistía su misión.

Después de unos segundos ella cogió su bolso, se dio la vuelta y se encaminó hacia la puerta del bar. Agarró el picaporte de la puerta y tiró de él volviendo a hacer sonar la campanilla que colgaba del techo, pero antes de salir se giró y volvió a mirarle.
Nick sintió como el corazón le latía fuertemente. Le pareció ver un brillo extraño en los ojos de la desconocida y un ligero temblor en la comisura de sus labios.

Pestañeó y cuando abrió los ojos ella ya no estaba allí.

Durante varios minutos se quedó inmóvil, mirando la puerta, esperando que volviera a entrar, echando de menos a esa mujer de la cual no conocía nada, ni su nombre tan si quiera.
Y mientras se preguntaba como se podía echar de menos a alguien que no se conocía, bajó la mirada y vio el libro que ella había dejado en la mesa minutos antes.

Levantó la mano e hizo amago de cogerlo pero su mano se paralizó a medio camino. Dudó, y luego alargó la mano hasta cogerlo.

Le sorprendió ver que era la versión de Samuel Griffith de "El arte de la guerra" de Sun Tzu.
Nick no lo había leído pero lo conocía. Tenía muchas referencias sobre el autor chino y sus estrategias militares.

Lo tomó entre sus manos y pasó rápidamente sus hojas. Al hacerlo una pequeña nota cayó y a punto estuvo de colarse en su taza de café.

En la nota se podía leer un texto muy breve con una caligrafía fina y un trazo firme.

Nick leyó la nota mentalmente y volvió a mirar en dirección a la puerta con la esperanza de volver a ver entrar a la misteriosa mujer, pero ella no apareció.
Bajo la mirada y volvió a leer, esta vez en voz baja.

 "No siempre en el amor y en la guerra vale todo. La banda de Xiao Jiu Wu tiene retenida a la "Reina".
Usted pone el precio. Mañana le llegará un sobre con el listado de los agentes colaboradores.  Q."



Continuará...


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