"...El placer ha sido mio..."

...El placer ha sido mío...

SACRIFICIO
(RAE): Acción a que alguien se sujeta con gran repugnancia por consideraciones que a ello le mueven.

No, señores y señoras, dar el pecho no debe ser un sacrificio. Debe ser un PLACER.

jueves, 24 de febrero de 2011

La Teta Reina se prejubila (1ª parte)

Cuando me quedé embarazada y comencé con las clases de preparación al parto, fue cuando empecé a ver más de cerca y a pensar más detenidamente en el tema de la lactancia materna.

-“Sí, bueno, si puedo le daré pecho, pero ya veremos”

No lo tenía nada claro. Mi madre casi no pudo darnos el pecho a ninguno y después de tantos años, tampoco me podría servir de gran ayuda.

El único testimonio con el que había contado, había sido el de una prima mía, que le había dado el pecho a su hijo, pero como vivimos bastante lejos, no pude conocer el proceso de cerca.
Sabía que las primeras semanas ella lo había pasado muy mal y que había sufrido muchos dolores, así que lo poco que sabía era que no tenía ni idea de si podría darle el pecho a mi hijo, pero en cualquier caso, “eso” dolía mucho, seguro.

La matrona que nos dio las clases de preparación, es una mujer prolactancia 100%, es más, en algunas ocasiones, me parecía que se pasaba un poco de radical (que cosas, cuantas vueltas da la vida), sobre todo de cara a que si había personas como mi hermana que no iban a poder dar el pecho por problemas físicos, ese tipo de comentarios les haría sentir fatal.

Después de oír todas sus charlas, yo seguía igual. Vamos que a mi eso de la teta, me sonaba súper chungo y doloroso y encima, yo tengo los pezones súper sensibles y me da grima que me roce cualquier cosa, así que cuando me ponía a pensar que mi hijo se iba a tener que enganchar de ahí, casi casi me daban hasta mareos (quien me lo iba a decir como acabaría la cosa…)

Cuando nació Boliche, me lo puse al pecho en cuanto pude, osea 8 horas después de la cesárea, que se dice pronto (por si alguien no lo ha leído y le apetece conocer como fue la odisea en el espacio o el también llamado, parto la burra).
Los primeros días no me dolió nada y ya estaba yo cantando victoria, pero por alguna extraña razón pasados 3 días la cosa empezó a torcerse.
Aquí me dieron varias teorías, pero no conseguí confirmar ninguna.

- Podía ser porque al ponerle una enfermera el chupete al día siguiente de nacer, Boliche se confundiera y la succión fuera incorrecta.
- Podía ser por una infección de hongos, pero como a nadie se le ocurrió, no me hicieron ninguna prueba.
- Podía ser, como me decía la pediatra porque Boliche estaba tanto tiempo al pecho (tomas de 1 hora) que el pezón se “maceraba”.
- Podía ser por una mala postura, aunque después de conseguir ver a mi matrona casi 3 semanas después de dar a luz porque estaba de vacaciones, ella pudo comprobar que mi postura era correcta.
- Podía ser, como me decían algunas amigas, porque el pecho tenía que acostumbrarse, que hacer callo, y que era normal que me doliera.

Podía ser por muchas cosas, aunque yo me inclino más por la teoría de los hongos y descarto otras muchas porque las considero una chorrada sin fundamento alguno.


En cualquier caso, como decía antes, fue una faena que mi matrona se cogiera las vacaciones en esas fechas, porque aunque parezca alucinante, nadie le hizo la sustitución y yo me vi, sola, desamparada y sin que nadie me pudiera echar una mano.

Desde mi más absoluta ignorancia, lo único que hacía era echarme kilos y kilos de Purelan en el pecho para soportar “algo” el dolor, pero no había nada que me calmara y mi frustración aumentaba por momentos.
Ni discos de gel frío, ni pezonera, nada de nada. Aquello no tenía arreglo.

La semana de Reyes, cuando Boliche tenía 19 días, aquello fue el acabose.
Se me hizo un agujerito en el pezón derecho y me salía sangre y leche a parte iguales. ¡Era horrible!.
Empecé a sacarme la leche de ese pecho con el sacaleches y se la daba en biberón y luego le daba del otro pecho de forma natural.

No se me olvidará un día que estaba sentada en el sofá de casa de mis padres en el pueblo y mientras Boliche mamaba, yo lloraba y mi madre con un klinex me secaba las lágrimas. Fue terrible. Menuda estampa.

Ahora lo recuerdo y todavía me emociono, porque lo pasé muy mal, porque me sentía sola, porque yo quería seguir dándole el pecho a mi hijo y veía que se lo iba a tener que quitar.
Y porque me sentía inútil y estúpida.
Como podía ser que aquello que llevaban haciendo miles y miles de años otras mujeres para mi resultara una tortura y algo imposible.
¿Que narices era lo que estaba haciendo mal?, ¿Por qué nadie podía ayudarme?

Cuando volví del pueblo, fui a ver a la matrona que ya había vuelto de sus vacaciones. Vio que mi postura era correcta y que tenía mucha leche (cosa que yo ya sabía porque mi hijo había cogido mucho peso esos días), pero no me pudo decir nada más.
Solo me dijo, “aguanta una semana más y me vienes a ver otra vez, que no hay mal que cien años dure”.
Ya, y como diría mi abuela, ...ni cabrón que lo resista.

Vaya ánimos. Que fácil se dice una semana. Cuando yo contaba las horas que me faltaban de una toma a otra porque era una tortura.
Mi marido me decía, “está llorando, tiene hambre” y yo le suplicaba, “por favor, aguántale 5 minutos, por favor, por favor”.
Así que aguantar una semana más no era ninguna tontería.

Creo que aquí influyó mucho, lo cabezota y terca que soy a veces. Porque yo quería con todas mis fuerzas que aquello saliera bien y me negaba a fracasar con algo que yo sentía que tenía que ser maravilloso, pero indudablemente, tampoco puedo afirmar con rotundidad cuanto tiempo hubiera aguantado en esa situación, seguramente no mucho más.
Por suerte, cuando esa semana estaba finalizando empecé a notar que me dolía un poco menos, y cada día la cosa iba mejorando de forma notable.

Diez días después, le estaba dando el pecho a Boliche, sin dolor alguno. Disfrutando como loca de algo grandioso y que por no sé que motivo se había torcido desde un comienzo.


Tanto me costó, tanto me dolió, tanto sufrí ese primer mes y tanto lo he disfrutado posteriormente con todo lo que me ha aportado, que creo que es fácil comprender porque me volví una defensora de la lactancia materna.
Y por encima de todo, por que he defendido mi derecho a seguir dando el pecho a mi hijo hasta que nos diera la gana y por que me da una gran tristeza decir que después de 15 días sin mamar, creo que ya puedo decir que Boliche "se ha destetado", al menos, en lo que entedemos como destete, a lo que alimentación se refiere.

Y lo digo con tristeza por dos razones.

La primera, porque aunque parezca una tontería siento como si se hubiera cortado un cordón umbilical invisible que todavía nos uniera.
Algo muy intimo y secreto entre Boliche y yo.
Algo solo nuestro.

Y la segunda y más importante porque, aunque el destete ha sido progresivo y para nada brusco, la razón de que haya llegado ya, ha tenido que ver con la intrusión del biberón en nuestras vidas.
Y este entrometimiento no ha sido por voluntad propia sino impuesto desde la ignorancia y el desinterés por salvaguardar la voluntad del paciente. Osea, la mía.


Continuará...